Lee aquí el primer capítulo

¿Y si todo lo que sabías del origen de la humanidad no era cierto?

Cosecha Maldita

Antología de la creación humana

1

El inicio: una siembra inesperada

La primera incursión al Sistema Solar ocurrió hace cuatro mil quinientos millones de años y fue a un pequeño planeta azul que llamaron Galoppia. La colonización estuvo a cargo de una avanzada raza procedente del sistema de Nivantea, a un millón de años luz. Hallaron una zona Ricitos de Oro, o zona habitable, con las condiciones ideales para fundar una nación que siguiese sus pasos y pudiese trascender como ellos. Después de mil quinientos millones de años de existencia, Galoppia llegó a su fin.

Escondida en lo más recóndito del universo, la Vía Láctea, con su forma en espiral, albergaba al Sistema Solar en un rincón del Brazo de Orión. Para concebir la vastedad de este recodo del cosmos, imaginemos a la Tierra como si personificara la magnificencia de la Vía Láctea, y al Coliseo romano como símil del Sistema Solar. En esta representación, el planeta Tierra se reduciría al delicado grosor de un cabello, y la distancia a Marte se equipararía al largo del codo de un romano.

La Vía Láctea, con sus cien mil años luz de diámetro, sus más de doscientos mil millones de estrellas y, al menos, quinientos millones de planetas en zona habitable, ha sido escenario de una infinidad de visitantes desde tiempos inmemoriales.

El sistema estelar de Kinuptia, vecino a Nivantea, se encontraba a pocos años luz. Desde siempre, los kinuptianos sintieron una profunda envidia hacia ellos. Los kinuptianos eran una raza más fornida, de cuerpos esbeltos y guerreros innatos. Sin embargo, iban varios miles de años más retrasados en ámbitos tecnológicos y culturales.

Si no podían resolver algo con astucia e inteligencia, lo abordaban con su fuerza belicosa. Conquistar y dominar, ese era su propósito en la vida. Debían poseer todo lo que encontraban. Conocidos por ser grandes mercaderes de piedras preciosas, minerales exóticos y tesoros, los kinuptianos disponían de una estrategia funcional para abarcar diferentes zonas del universo: plantaban seres preprogramados en los mundos por explotar, los dejaban germinar y luego regresaban para cosecharlos y lanzarlos a su vida en la minería espacial.

Un día, en medio de esta tensión con Nivantea, surgió una idea proveniente de Lord Mikantos, un general destacado por su astucia e implacabilidad en sus operaciones. Conocido como Mikantos el Primero, él sería el inicio de toda una generación de generales con cualidades heredadas, cada vez más sofisticadas y especializadas en estrategias de conquista, guerra y colonización.

—Excelentísimo Consejo —dijo Mikantos, dirigiéndose a las supremas autoridades de Kinuptia—, mi propuesta es muy simple. Sabemos y reconocemos nuestra inferioridad tecnológica frente a nuestros odiosos vecinos. Sin embargo, no existe una raza más persistente, comprometida y luchadora que la nuestra, ¿verdad?

Los trece consejeros asintieron y siguieron atentos las palabras de su hábil general.

—Entonces, ¿por qué no aprovechamos el talento nivanteano? Así, donde ellos dejen la firma de su existencia, enseguida vamos nosotros y dejamos la nuestra. Les aseguro que resolveremos de inmediato dos asuntos con nuestros vecinos.

—¿Cuáles serían, Lord Mikantos? —consultó curioso uno de los consejeros ubicado en el sillón de la diestra del hemiciclo.

—Mi Señor, uno sería detener la expansión de Nivantea por el universo. O, a lo menos, complicarles la existencia y dificultar sus nobles y altruistas propósitos.

—Sí, ello se siente bien en la sangre, general —comentó otro consejero—. Continúe con el siguiente asunto, por favor.

—Convertir a toda la siembra nivanteana en nuestra. Así tendríamos más esclavos mineros a nuestra disposición, de mayor calidad y capacidad.

—¿Cómo pretende tamaña hazaña, general? —consultó el consejero supremo, desde su sillón central rojo púrpura.

—Tengo la certeza de la existencia de una red de espías cambiaformas. Son indetectables a nuestros sistemas. Por ello, hace un tiempo creé una falsa comisión llamada «Siembra Estelar». La presido en persona y está conformada por distintos representantes de nuestro cuerpo militar. Todos expertos. Les aseguro que allí ya tenemos ubicado a un espía.

—Entonces, ¿qué pretenden con ese grupo? —preguntó una vez más el consejero supremo.

—Mi Señor, he aquí la sorpresa: tengo capturado a uno de los espías. Ustedes saben cómo hemos sofisticado nuestros interrogatorios y métodos de coerción de los detenidos.

—Oh, sí. Eso es fantástico, general —replicó el consejero supremo—. Es una especialización en la que nuestros vecinos nunca nos han superado, porque no tienen el ADN guerrero en su ser.

—Así —retomó Lord Mikantos dando una leve reverencia en respeto al comentario—, ante cada reunión de esta comisión, le extraemos información al espía sin que lo note, gracias a nuestro prisionero y su capacidad telepática.

—Proceda, general Mikantos —asintió solemne el consejero supremo—. Cuenta con nuestra venia absoluta.

***

Corría el año terrestre 4584 millones a. C. Un nuevo plan de Nivantea iría a colonizar un pequeño planeta azul en la zona habitable de una lejana galaxia. Oculto en un extremo de una de las ramas de la gran espiral, el sistema estelar era indetectable a los ojos kinuptianos. Según los cálculos nivanteanos, determinaron con precisión ciento veintiocho planetas en un sector de dicha galaxia, con un 95 % de probabilidad de existencia de vida o con condiciones para formar vida.

Nivantea contaba con la tecnología para trasladarse en cuestión de segundos de un extremo a otro del universo. Viajar un millón de años luz para sembrar Galoppia con su semilla, como nombraron en el inicio a la Tierra, sería algo casi instantáneo. A los kinuptianos les tomaría más de cuatro mil años llegar, con su tecnología. Pero su cualidad de paciencia, persistencia y conquista, no restaban ánimo al proyecto de Lord Mikantos. Estaban acostumbrados. Eran un pueblo longevo. Lord Mikantos superaba los ocho mil quinientos años. La casta de generales y gobernantes podían llegar a vivir hasta quinientos mil años. ¡Toda una eternidad!

Disponían de cúpulas de crionización para detener el tiempo de envejecimiento y hacer viable el viaje. Una IA controlaba todo el viaje y con algunos «esclavos sembrados», debidamente programados, podían realizar labores de mantenimiento en la nave madre.

—Bien vale la pena el sacrificio —comentaba Lord Mikantos a su hombre de más confianza, el capitán Yorten—. En nuestro planeta habrán transcurrido más de veintiún mil años por este asunto de la dilatación del tiempo.

—Sí, milord. Somos aguerridos y nacimos para la conquista y el comercio.

—A diferencia de nuestros queridos vecinos —y se refirió el general Mikantos en forma despectiva a su némesis, Nivantea—, ellos no sufren ningún deterioro temporal. Ellos viajan de manera instantánea.

—No hay cómo hacerse de tal tecnología, mi señor. Ellos nos superan.

—Sí, pero no nos superan en astucia y gallardía, mi querido capitán. Los pillaremos desprevenidos. De hecho, llegaremos en un momento del tiempo en que no nos verán venir y podremos trabajar tranquilos plantando nuestra versión. La dejaremos germinando y volveremos unos milenios después para ver el resultado.

—Esta es la misión más lejana que nos ha tocado, milord. ¿Por qué?

—Porque es importante para los nivanteanos, capitán Yorten. Solo por eso. Algo se traen entre manos y no podemos dejarlos prosperar si es posible sacar un enorme beneficio. Si todo resulta bien, podremos acceder a otros varios millones de mundos en la galaxia de destino. Haríamos prosperar nuestro mundo y seríamos los más poderosos del universo, controlando las rutas comerciales de minerales preciosos clave para el desarrollo energético.

—Ahora, llegaremos a un mundo veintiún mil años más avanzado de como lo dejaron los nivanteanos. ¿Qué haremos? ¿Nos detectarán?

—No mi querido amigo, Yorten. Nos estacionaremos en un planeta próximo y tomaremos el bus —rio con fuerza—. Recuerda nuestra capacidad para impulsar asteroides. Llegaremos en uno camuflados, lo más cercano posible y de allí nos teletransportaremos al planeta azul.

—Eso se lo tenía guardado, milord —comentó Yorten, enarcando las cejas por la sorpresa.

—Nadie podía saberlo. Estamos llenos de espías, no te olvides… Ahora, es momento de hibernar mi querido capitán. Ponga en aviso a la tripulación.

—Procederé de inmediato, milord.

***

Durante el mismo período, Nivantea llegó al prometedor planeta azul. Lo nombraron Galoppia. El proceso de colonización fue sencillo, a diferencia del esfuerzo y sacrificio que debían de llevar a cabo sus vecinos de Kinuptia para lograr el mismo resultado.

Gracias a su tecnología de desplazamiento temporal, por un espacio de seis meses estuvieron yendo y viniendo entre Galoppia y Nivantea a fin de crear las condiciones necesarias para darles autonomía a sus colonizadores. Transportaron todo lo requerido para instalar la nueva civilización.

El planeta se encontraba inhabitado, sin presencia alguna de vida inteligente. Unos cientos de miles de años antes se había detenido el bombardeo constante de asteroides y el clima presentaba temperaturas que permitían al agua condensarse en los océanos. La fotosíntesis oxigénica ya era una realidad desde hacía un par de miles de años. En ese período, la «Tierra Primordial», como la denominaron los científicos de la Tierra actual, empezó su proceso de sentar las bases del presente.

En fin, los científicos y exploradores de Nivantea revisaron de manera acuciosa la evolución de Galoppia antes de proceder con el proceso colonizador. Establecieron la zona más segura e ideal para instalarse: el cratón de Kaapvaal, en Sudáfrica, como se conoce en la actualidad. Desde ese punto prosperaría su misión de colonización.

Al cabo de un año, finalizaba el proceso de instalación del emplazamiento nivanteano. La nueva sociedad prosperó y evolucionó de forma autónoma durante varios millones de años.

Cuatro mil quinientos años después del inicio de Galoppia, un equipo de Kinuptia se teletransportaba desde su nave madre en una zona en África del norte, ajena al conocimiento de los galoppianos. Allí realizarían sus primeras «siembras». Instalaron su cuartel general en lo que hoy se conoce por Egipto. Desde ese punto supervisaron su «siembra». El proceso tomaría tiempo. En varios miles de años lograrían un modelo ad hoc que se adaptase a las cambiantes condiciones climáticas. Los de Kinuptia eran una raza paciente, dispuestos a esperar por miles de años para dar con una línea de autómatas ideales.

El plan general era plantar una línea de excavadores en los otros mundos detectados mediante la famosa comisión «Siembra Estelar». Luego de unos meses de instalados en la Galoppia, Lord Mikantos partió rumbo a Marte. La nave llegó en menos de cinco minutos. Allí instaló un nuevo cuartel general con otro destacamento. Cada grupo constaba de tres soldados altamente capacitados y diestros para mantener la fábrica.

Por varios años el grupo de Lord Mikantos deambuló por la Vía Láctea. Lograron poner en marcha un total de trescientas treinta y tres plantaciones. Este era el proyecto más grande, importante y ambicioso en la vida de Kinuptia: les permitiría convertirse en la raza más poderosa del universo.

Con el transcurrir de los eones, las placas tectónicas del planeta se movilizaron, las tierras se desplazaron y la «Tierra Primordial» dio lugar al supercontinente Pangea. Ya habían pasado más de mil quinientos millones de años en Galoppia. Miles de generaciones de Mikantos el Primero sucedieron a la siembra original. En cada renovación, en períodos de cien mil años, el siguiente Lord Mikantos heredaba todo el conocimiento de su ascendiente anterior. Los kinuptianos disponían de las técnicas precisas para asegurar la transmisión de su raza y condiciones especiales a cada ser. En este caso, la línea sanguínea de los Mikantos prosiguió con la orden original, sin ningún desvío.

Un día, Lord Mikantos fue testigo de cómo un hecho dramático hacía sucumbir sus planes en el planeta azul. Producto de la corrupción y decadencia en Galoppia, el mundo se reinició con una dantesca explosión. La base kinuptiana logró huir a tiempo. Una completa civilización que logró perdurar por miles de millones de años se extinguió en un abrir y cerrar de ojos. Una era glaciar sepultó todo en el olvido absoluto.

El Consejo Superior de Nivantea decidió suspender las operaciones de Galoppia. El proceso de depuración activado debía eliminar todo vestigio de su existencia.

Pasaron miles de millones de años. Varios seres insertados por los kinuptianos de Lord Mikantos sobrevivieron el cataclismo de Galoppia. Ellos ya habían mutado de forma natural en diferentes formas. Unos homínidos con características de grandes orangutanes eran de la línea de Australopithecus. En otras líneas generadas se encontraban Homo sapiens, Homo habilis, Homo erectus, y varios más. El equipo de Kinutpia de turno analizó todas las líneas y las encontró bastante retrasadas y poco prácticas para sus propósitos, salvo la de los Homo sapiens. Esta línea de homínidos mostró un desempeño sorprendente e inesperado.

Entonces, en un movimiento sin precedente, en el año 300000 a. C., los kinuptianos tomaron a los Homo sapiens e introdujeron en ellos una modificación en la programación de su ADN. A través de un mecanismo de panspermia dirigida cubrieron una extensa zona en Sudáfrica, al sur del actual río Zambeze. Esa alteración les permitiría, en un largo futuro, someter a los humanos por medio de técnicas especiales que comenzaron a probar con ellos. En el año 100000 a. C., la raza modificada emigró a los continentes de Asia y Europa.

La diseminación del futuro ser humano era imparable. La paciencia del destacamento kinuptiano continuaba intacta. El planeta Tierra representaba el lugar dentro de la galaxia para la siembra perfecta. Regresaron en diversas oportunidades para monitorear las etapas evolutivas del Homo sapiens. Los futuros humanos se convertirían en el mayor dominador y depredador del pequeño planeta azul, imponiéndose por sobre el resto de los homínidos existentes.

***

En el año terrestre 5000 a. C., se produjo una enorme sorpresa tras el último informe del equipo nivanteano, supervisor de la Vía Láctea. El hermano Nittonio, ministro de Seguridad y Defensa Universal de Nivantea, se congeló por unos segundos en la mesa del Consejo de Seguridad. Se habían detectado numerosos sectores con la «siembra» kinuptiana de unidades de carbono con fines de explotación minera.

Además, en la extinta Galoppia, hoy convertido en el planeta Tierra, creían haber dejado atrás la extinta civilización. Pero surgió una raza que evolucionó de manera sorprendente. Era incomparable en relación a las demás siembras estelares. Según el informe: Cuentan con un avanzado nivel de inteligencia, autonomía y conciencia ética. Disponen de un evolucionado desarrollo cognitivo y emocional, pensamiento abstracto e imaginación. Prefieren vivir en compañía de los suyos, son los únicos habitantes del planeta capaces de comunicarse verbalmente. El reporte se extendía en múltiples facetas y dimensiones. Los integrantes de la mesa se miraban desconcertados.

—¿Qué sucedió aquí? —lanzó el ministro Nittonio—. ¿Alguien podría explicarlo?

Se hizo un tenso silencio por unos segundos.

—En realidad, hermano Nittonio —respondió el hermano James—, como nos ordenaron sellar el expediente de Galoppia, nunca más lo supervisamos. Y en este último reporte se nos solicitó incluir cualquier misión, iniciativa o civilización del pasado realizada en la Vía Láctea.

—Hum… entiendo —dijo Nittonio restregándose la mandíbula como tratando de extraer la próxima pregunta—. ¿Se conoce la ubicación de la nave kinuptiana circundante en el sistema de Galoppia?

—¿Nave? Perdón, ministro, me perdí —reaccionó el hermano James.

—Sí, nave. El modus operandi clásico en este tipo de misiones de nuestros vecinos es disfrazar algún asteroide circundante en las inmediaciones e instalar su cuartel general allí. Es una modalidad bastante astuta para camuflarse y pasar desapercibido por cualquiera.

—Lo investigaremos de inmediato, hermano.

—Por favor, nos informan apenas dispongan de algún resultado. Debemos actuar con celeridad.

—Discúlpeme, ministro —agregó James—. ¿Cuál sería el interés subyacente en esta situación?

—Simple, querido hermano James. La raza humana, según el reporte, ha evolucionado de forma admirable. Ya no son simples entidades monotareas enfocadas en la actividad de extracción de minerales. ¡Tienen conciencia! Y no cualquier conciencia, sino una admirable. Entonces, los terrestres entrarían bajo el sistema de protección de la Orden Universal de Galaxias. Ellos son quienes solicitan estos informes periódicos.

—Comprendo el alcance, ministro. Gracias por aclarármelo.

—Y es probable que usted sea nombrado el coordinador general del Ejército de Emisarios de la Unidad para esta operación de protección.

—Si el planeta ya está con la influencia de los kinuptianos, deberemos actuar con sigilo para no alterar el orden allí imperante y no afectarlos con nuestra tensa relación con Kinuptia, ¿verdad?

—Exacto, hermano James. Por eso es importante contar con el panorama exacto de cuanto suceda en la Tierra y de cómo los kinuptianos han desarrollado su relación con los humanos.

—Así lo haré, señor ministro. Le informaré a la brevedad de cualquier resultado.

—Gracias. Gloria Deux a todo el Consejo.

La sesión terminó y el hermano James procedió de inmediato a organizar una misión de exploración al planeta azul. La tecnología de portales temporales les permitía transportarse en cuestión de segundos a cualquier punto del universo. Era una ventaja enorme ante sus vecinos pues les permitía actuar de forma rápida y sacarles varios pasos de delantera, en la mayoría de los casos.

***

El hermano James les había encomendado al hermano Jairo y a la hermana Lotus revisar los diferentes asentamientos terrestres. Hallaron en Egipto y en Roma cuarteles secretos de los kinuptianos, invisibles al ojo humano.

En su reporte, recomendaban la instalación de un centro de comandos en la Tierra en los mismos lugares kinuptianos. La primera fase sería observar las costumbres, lenguaje, cultura y comportamiento locales. Una vez comprendido cómo actuaban los humanos en cada sitio, se mezclarían con ellos para revisar el nivel de influencia kinuptiana.

Su habilidad de cambiaformas les ayudaría a adoptar múltiples roles y posiciones. A los espías kinuptianos les sería imposible poder detectarlos y diferenciarlos de un humano cualquiera. Sería sencillo lograr establecer la actual situación.

En la reunión del Consejo de Seguridad, el hermano James daba cuenta de los hallazgos de la misión, sus conclusiones y recomendaciones.

—En resumen, señor ministro, Kinuptia ha instalado bases especiales para influir en el desarrollo humano. Por lo averiguado, Lord Mikantos…

—¡Oh, el famoso Lord Mikantos! —comentó, con cierto pesar el hermano Nittonio— ¿En qué versión de Mikantos ya van? —y sacudió la cabeza de manera preocupada. Sabía lo serio de la situación con este afamado general.

—Van en la generación número treinta, idéntica en personalidad, brutalidad y sagacidad, ministro.

—Continúe, hermano, por favor. Disculpe mi interrupción. Este señor a cargo de la misión en la Tierra, me provoca una profunda inquietud.

—Lo entiendo, ministro… Prosigo —inspiró—. Entonces, Lord Mikantos, el trigésimo, comanda una misión en toda la galaxia. Hemos detectado más de un centenar de sus plantaciones y su foco está puesto en la Tierra dada la mejor evolución de sus versiones instaladas allí.

—Cuéntenos un poco más sobre sus planes, por favor —solicitó el ministro Nittonio.

—Sí, por supuesto. Lo captado por nuestros enviados fue que la línea de Homo sapiens, de todas las ramas evolutivas derivadas de su siembra original, fue la predominante por sus increíbles características desarrolladas. Sin embargo, la siembra evolucionó más de lo planeado. Armaron un plan de «domesticación» para sus propósitos. Les interesó mucho esta versión homínida pues les generaría mayor productividad y eficiencia dadas sus capacidades.

—Eso es interesante y peligroso —agregó el ministro, preocupado por el trasfondo del reporte—. Hermanos, recuerden —dijo y recorrió con su vista a cada participante de la mesa—, Kinuptia es un mundo agresivo y conflictivo. Basan su economía en la explotación minera espacial. En este caso, entraron en una fase de esclavización de un mundo que ahora debemos proteger. No queremos una guerra con ellos, por ninguna vía.

—El equipo de Lord Mikantos ha experimentado con múltiples acciones de condicionamiento cerebral para someter a los humanos a su voluntad. Los avances han sido marginales pues los terrestres desarrollaron con extremo énfasis la libertad y la independencia. Sin embargo, las clases sociales de menor formación y acceso al conocimiento, se han presentado como las más vulnerables. Estos grupos andan en búsqueda de un líder que los proteja y les brinden un hogar y alimento, a cambio de su lealtad y trabajo.

—Hum —el ministro hizo una mueca y miró al cielo.

En esos minutos solicitó una conexión de todos los miembros de la mesa a través de la Unidad de mentes y espíritus. De esa forma, lograrían una visión más amplia de la situación y el camino a seguir.

Las mentes dialogaban entre sí a una velocidad exorbitante. Unidad lograba consolidar cada una de las ideas, conjeturas, divagaciones, reflexiones y diálogos cruzados emanados desde el grupo. En fin, todo era de utilidad para lograr una solución poderosa.

Al finalizar la interacción de las doce mentes, Unidad produjo de inmediato la mejor propuesta de acuerdo a las circunstancias y la comunicó a todos por igual.

—Nos encontramos ante un delicado dilema con nuestros vecinos kinuptianos. Por ese motivo, resulta necesario no interferir. Pero ello va en contra de la directiva de la Orden Universal de Galaxias. Entonces, lo conveniente es enviar múltiples misiones pequeñas, de dos emisarios, a las localidades clave en la Tierra. Con el pasar del tiempo, estas zonas irán cambiando y aumentando. Deberemos seguirles los pasos.

Mientras ocurría esta entrega de Unidad, los doce integrantes la seguían atentos en profundo trance, con sus ojos cerrados, sus manos tomadas entre sí conectados, como un gran anillo.

—Entonces —continuó Unidad—, para lograrlo, el ministro Nittonio deberá encabezar una larga cruzada de incógnito con nuestros hermanos hasta desbaratar su plan final: apoderarse de la voluntad de los humanos a través de conquistar sus evolucionadas y febriles mentes. Una vez logrado este objetivo, y apartados los kinuptianos del camino, podremos intervenir de manera más evidente con los terrestres. Hacerlo antes, nos expondría a una eventual guerra y eso no lo deseamos por ningún motivo.

***

A través de los siglos, la actividad kinuptiana planteaba ardid tras ardid para influenciar las mentes de sus creados. Debían descubrir la forma ideal para conectarse con ellos y controlarlos. A esa altura, en pleno siglo V, la población llegaba a los doscientos cincuenta millones de habitantes. El número de potenciales esclavos no era para nada despreciable. Sin embargo, para sus fines, requerían llegar a un par de miles de millones. Recién en el año 1800 la población mundial llegaba al primer millardo.

Las tretas kinuptianas para la replicación acelerada de los humanos comenzaban a rendir frutos. Sus científicos proyectaron la triplicación de la población mundial a partir de mediados del siglo XX al año 2024. Pasaría de los dos mil quinientos millones de personas en 1950 a más de ocho mil doscientos millones.

Eran noticias fabulosas para Lord Mikantos. Tendría un ejército sin igual de esclavos hiperevolucionados a su merced.

—Con ellos tendremos para atender las faenas mineras en toda esta galaxia, mi querido capitán Yorten —sostenía dichoso y sonriente el general.

—Es cierto, milord —respondió el leal capitán—. Su estrategia ha sido majestuosa, toda una obra de arte.

—Sin la adecuada ejecución, no estaríamos aquí, mi fiel capitán. En gran parte, este resultado se debe a su notable gestión.

El capitán Yorten se sintió halagado y honrado por el reconocimiento de su general. Era el pináculo de una larga relación y de trabajo con todo un personaje reconocido por su astucia, fiereza y valentía.

—Entonces, capitán —continuó Lord Mikantos—, ¿cuándo cree usted que sería el momento oportuno para darles el golpe de gracia a estos humanos?

La cabeza del general ya tenía un plan concreto; pero disfrutaba escuchar los aportes de su mano derecha para nutrir más sus ideas. Era una práctica habitual en él.

—Milord, entre el siglo XX y el XXI la población mundial se triplicará y llegará a los valores predichos por nuestros científicos, a ocho mil doscientos millones de potenciales esclavos. Además, su desarrollo tecnológico se dispararía a fines del siglo XX. Eso será compatible con nuestra agenda pues nos permitirá inducirles mensajes por medio de nuestras técnicas ya comprobadas. Entonces, sugeriría esperar por el proceso de inducción mental e iniciarlo a partir del siglo XXI. Mientras, les traspasaremos conocimientos para acelerar su desarrollo tecnológico y utilizarlo en su contra con nuestra estrategia.

—Sí, sí —reaccionó Lord Mikantos, dichoso y sonriente—. El sistema de recompensa que creamos en el cerebro humano está condicionado para generar adicción con los aparatitos tecnológicos y ciertos juegos atrapantes. Así los manipularemos con total libertad —rio de forma espeluznante.

El general quedó satisfecho con la contribución de su capitán, pues era compatible con su plan. Al tiempo que asentía en plena risa, miraba a Yorten, quien lo acompañó en su momento de regocijo.

—Entonces, mi teniente, así procederemos. Te transfiero el plan. Léelo bien y vamos creando las acciones con suma prolijidad. A propósito, ¿qué año terrestre es ahora?

—Es 1950, milord. Ya cuentan con vehículos, aviones, telescopios, bombas atómicas. Hace unos años lanzaron un par de ellas en Japón, en Hiroshima y Nagasaki, si bien recuerdo, tal como los planeamos. Cuentan con rudimentarios computadores. La tecnología se expande poco a poco. Les faltan los circuitos integrados, como también una red de comunicaciones.

—Sí, ahora deberíamos acelerar su desarrollo tecnológico. Será clave para el despegue de su avance. Encárgate de hacer pronto esas transferencias, con el equipo. Busquen bien a quién le entregarán esos conocimientos para arrancar de una vez con el despegue terrestre.

—Milord, ya hemos realizado una investigación de quiénes podrían ser. Ahora, únicamente nos falta evaluarlos y proceder.

—Oh, qué bien, teniente. Me encanta oírlo. Eres proactivo.

—Gracias, milord.

Los dos militares siguieron conversando un rato más en su cuartel general localizado sobre un asteroide que orbitaba el Sistema Solar. Cuando lo requerían, reformulaban su órbita y la dirigían hasta la distancia precisa para teletransportarse a la Tierra.

***

En este punto, la disputa entre los de Nivantea y Kinuptia continuaba, con actuaciones encubiertas de los nivanteanos, yendo varios pasos por delante de sus guerreros vecinos.

En ese trayecto, los seres humanos vivirían una infinidad de historias y situaciones sin saber de la influencia de estos dos mundos antagónicos: del peligro de esclavitud global kinuptiana y de la protección universal a través de la Orden Universal de Galaxias, de manos de los de Nivantea. Las grandes hazañas científicas y tecnológicas sucedían sin parar, y ello se debía a la innata capacidad de los humanos por sobre el resto de las especies. Los habitantes de la Tierra se volvieron más arrogantes en cada paso, aludiendo a su grandeza y genialidad intrínseca.

Unos pocos terrestres tuvieron la autonomía y capacidad propia de surgir con notables inventos y descubrimientos, sin ayuda alguna de estos seres extraterrestres. Estos personajes llamaron de inmediato la atención de los nivanteanos. El equipo del hermano James tomó contacto directo con cada uno de ellos, a fin de comunicarles sobre la amenaza introducida por la facción de Kinuptia y la protección por la Orden Universal de Galaxias.

Las historias con estos actores humanos clave para el plan de protección de la Tierra frente a Kinuptia, vienen a continuación.