La «Whitehat», la joven del «Sombrero Blanco»
El Mundo de Elisa
Donde la justicia es un hecho.
Temporada 1: Surge la esperanza
Episodio 1: El primer caso
Tráiler conceptual
Podcast
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Narración
La señora Juanita Méndez, dueña de la panadería cerca de donde vive la familia Silva, sufre un robo de dinero producto de un engaño con un mensaje de texto que recibió en su teléfono. Creyendo que trataba de una comunicación de su banco, ingresó al enlace para resolver el asunto del acceso inusual a su cuenta que le advertía el aviso.
El hecho produjo una sustracción de $900 mil desde su cuenta bancaria y le generó frustración y tristeza pues con ese dinero pagaría los sueldos de la semana a sus colaboradores y realizaría el abastecimiento de su tienda para seguir entregando sus productos. Ahora, no podría hacerlo y entraría en una crisis económica y esa situación la tenía bastante afligida.
Elsa, la abuela de Eli, la vio esa mañana triste y le preguntó lo que le sucedía. Ante la explicación, supo de inmediato qué hacer.
—Confíe en que se resolverá, señora Juanita. Yo pediré porque su situación mejore. Nunca estamos solos.
—Gracias, señora Elsa. No sé a quién acudir y no puedo dejar la tienda porque ahora los chicos andan fuera.
De vuelta en casa, Elsa preparó el desayuno. Al primer llamado llegaron corriendo Elisa y Pedro. Esos desayunos eran exquisitos y ellos nunca se los perderían.
Elsa esperó unos minutos por un espacio y así poder plantearle a su nieta lo sucedido a la señora Juanita. En eso, el abuelo se levantó a buscar algo al refrigerador y Elsa aprovechó el momento.
—Eli, ¿puedes ver esto, por favor?
—¿Qué será?
La abuela le explicó el suceso de la señora Juanita y le mostró el mensaje de texto que le solicitó antes de venirse.
—Le robaron $900 mil ¿puedes ayudarla?
—Lo veré —respondió Eli—. Mándame ese mensaje, por favor.
Al rato, Eli pidó permiso y se levantó de la mesa despidiéndose de ambos abuelos para ir a realizar el encargo de Elsa.
En la «Caverna de Elisa», como llamaba a su cuarto de trabajo, tenía todo lo necesario para realizar la investigación del robo de la señora Juanita.
Lo primero que hizo fue encargarle a LOLA, su fiel amiga digital, que localizase el número en el mensaje que le envió su abuela. LOLA disponía de acceso a todos los dispositivos de Eli, por lo que realizó la tarea sin interrumpirla, mientras la joven se dedicaba a investigar bien el enlace y a dónde lo llevaría.
A los pocos minutos ambas cruzaron la información y lograron dar con el paradero del Ciberestafador. De inmediato llamó al Jefe Díaz para contarle de sus avances.
El Jefe Díaz apreciaba enormemente la información que Eli le entregaba para sus investigaciones. Aceleraba todos sus procesos de búsqueda de forma casi mágica. Nunca le pedía explicaciones de cómo lo hacía, pues le importaba el resultado que ello generaba.
—Jefe Díaz —dijo Eli—. Le envié los datos para que se encargue del «Ciberladrón de los mensajes de texto». Así podrá recuperar los dineros robados.
—¡Excelente, Eli! —respondió el Jefe Díaz—. Hace semanas que lo buscábamos.
Eli prosiguió con su explicación.
—Jefe, en el mapa está el lugar exacto donde se encuentra ahora. Así podrá ir por él.
—Iremos de inmediato ¡Gracias, Eli!
Díaz llamó de inmediato a los detectives de su equipo que se habían especializado en este tipo de capturas y les dio la dirección para la detención del malhechor. Dora y Jorge ya contaban con varios casos en el cuerpo y ahora sabían a la perfección qué buscar y cómo lograr las evidencias ante una captura de este estilo.
En 20 minutos se encontraban en la dirección ubicada en un edificio céntrico normal y moderno. Llegaron exactamente donde Eli le señaló al Jefe Díaz. Era impresionante la precisión de LOLA para dar con el sitio, incluso estableció el número de departamento específico.
Entraron con fuerza pateando la puerta y corrieron tras el maleante quien se iba de huida ante el barullo. Dora lo tacleó y cayeron sobre un sofá con el tipo de bruces e inmovilizado.
Esperaron por otros efectivos para que se lo llevaran mientras ambos detectives realizaba las pericias necesarias a fin de rastrear los dineros sustraídos y retornarlos a sus afectados. Obviamente, LOLA logró encontrar tal información lo que facilitó el acceso a la cuenta que utilizaba el «Ciberladrón de los mensajes de texto».
Al llegar la policía de apoyo, se llevaron detenido al Ciberestafador para el interrogatorio y averiguar si actuaba solo o era parte de una banda.
—Hallamos bastante evidencia incriminatoria —le dijo un policía antes de subir al vehículo policial— ¡Te encerraremos un buen tiempo!
El ciberdelincuente nunca supo cómo lo encontraron y tampoco alcanzó a borrar información. La rapidez en el actuar de todo el equipo fue fundamental para lograr un resultado exitoso.
El Jefe Díaz le contó a Eli sobre cómo evolucionó la situación y del feliz final que tuvo el episodio.
—Seguí rastreando la actividad de este hombre —dijo Eli—, y le aseguro que actuaba solo. Tenía cierta formación y conocimientos, pero era torpe en su andar por la red. LOLA lo encontró de inmediato.
—Esta vez tuvimos suerte y se le podrá devolver los dineros a las personas dentro de los próximos días. Gracias de nuevo Eli por esta información y las pruebas, pues nos sirve para no distraernos en perseguir algo que no existe.
En los días siguientes Elsa volvía a la panadería a abastecerse. En su casa nadie le perdonaba los súper desayunos de la abuela. Elsa sabía a la perfección cómo sucedieron los eventos que llevaron a la detención del solitario ciberestafador.
—Hola señora Juanita ¿vio las noticias? Pillaron a su ladrón. Ese fue el que la robó ¿cierto?
—¡Mire, la están pasando ahora! —respondió apuntando al televisor que tenía arriba en un costado, cerca del techo—. Me acaban de devolver el dinero ¡Estoy feliz! ¿Usted tuvo algo que ver?
Elsa pestañeó un par de veces haciéndose la sorprendida.
—Nooo. Yo no. Nada que ver.
—Por lo rápido creí que usted hizo algo.
—Señora Juanita, no abra más enlaces extraños en los mensajes de texto. Es el medio más común de engaño que usan los Ciberdelincuentes. Vaya directo al sitio de su banco y se evitará un mal rato ¿ya?
—Sí, es cierto. Ya aprendí la lección. La pasé muy mal varios días. Gracias al cielo que la policía actuó rápido. Si no, no podría tenerle su pancito y los dulces que tanto le gustan a su familia.
—Sí pues. Ellos no perdonan.