Por: Cristian Ocaña
Fecha: 18/Julio/2023
26 de junio de 2023. El doctor Zacharias Strauss yacía tendido en el suelo de su laboratorio del «Centro de Investigación de Anomalías del Multiverso», en la NASA, a un costado de su escritorio.
A las 8 de la mañana, como era habitual, Sally Brown, entraba por la puerta del recinto. Ella era de máxima confianza del doctor Strauss e investigadora del proyecto central de su vida, “El Efecto Oppenheimer”.
Ingresó con una bandeja y un par de cafés y unos muffins de zanahorias, los favoritos de ambos. Pasó primero por su escritorio y dejó allí el desayuno cuando miró hacia la oficina del doctor Strauss y lo vio en posición fetal e inmóvil.
Corrió de inmediato a socorrerlo. Con cuidado y agilidad lo examinó. No se movía y apenas respiraba. Trató de moverlo y allí se dio cuenta que su jefe presionaba en su pecho, con las pocas fuerzas que le quedaban, un libro antiguo entreabierto.
Llamó de inmediato a emergencias y le aplicó reanimación a continuación. Pasó un par de minutos cuando el doctor Strauss tomó con dificultad una bocanada de aire. Entre abrió sus ojos y se dio cuenta de la presencia de Sally.
De forma automática le pasó el libro y le susurró algo que no los comprendió, pero sí entendió perfecto. Lo pudo retener.
—Sally, busca mi marca aquí adentro. Hay una sola.
—No entiendo, doctor ¿qué quiere que haga?
—Ellos vinieron por mí… Me dieron por muerto.
—¿Quiénes doctor?
—Eso no importa ahora. No alcanzaré a explicarte pero le resolverás rápido. Debes actualizar la ecuación en “Grace” y luego interpreta lo que el James Webb te entregue. Allí lo verás.
Sally miró el libro un par de segundos. Al volver la vista donde el doctor, tenía los ojos fijos en el infinito mientras se alejaba de este plano. Recordó el momento en enero de 1967, al amigo de su padre, el director del proyecto Manhattan, el doctor J. Robert Oppenheimer (sí, el padre de la bomba atómica) le regaló su rarísima y valiosa versión del Mahabharata. A los pocos días, moriría.
El doctor Strauss recordó ese momento exacto que marcó el resto de su vida. Llamó su atención cómo los ojos azules de Oppenheimer se ponían vidriosos de la emoción cuando le decía algo a su padre y que no entendió. Veinte años después, él le explicaría cuando le transfiriese las investigaciones que había llevado a cabo, junto al libro con una serie de notas. Allí comprendió el alcance de ese momento.
Al recibir el Mahabharata, el doctor Strauss se dio cuenta que se trataba de una edición escrita a mano y en sánscrito con muchas notas pegadas. Reconoció la letra de su padre. El resto de las notas debían ser de Oppenheimer. Al parecer, debía partir por aprender sánscrito para poder adentrarse en el legado de su padre y de su famoso amigo.
A los pocos años, Zacharias entendía a la perfección el sánscrito. Al igual que su padre y Oppenheimer también estudió física teórica en la Universidad de California en Berkeley.
Un episodio llamó su atención cuando el dios Vishnu persuadía al Príncipe Arjuna, un paladín de la literatura Hindú, de cumplir con su deber. Para impresionarlo, Vishnu adopta su forma de múltiples brazos y dice: «Ahora me he convertido en la Muerte, el Destructor de Mundos».
Ese mismo episodio fue el que invocó Oppenheimer, visiblemente consternado y afectado, después de la primera prueba atómica exitosa, el test Trinity, en 1945 en Nuevo México. Recién en 1967 se dio a conocer dicha entrevista.
El doctor Strauss también se afectó luego de entender la enorme responsabilidad que le cabía con su forzada herencia.
Su padre había continuado las investigaciones de Oppenheimer, debido a que sabía que no alcanzaría a completarla debido a su avanzado cáncer de garganta. Zacharias se convirtió en la mano derecha en la investigación de su padre. El proyecto, finalmente, terminó en 1980 bajo la tutela de la NASA, en el Centro de Investigación Ames, en Mountain View, donde por motivos obvios, la familia Strauss se trasladó a vivir.
—Hijo, el secreto de nuestra investigación está en ayudar a abrir portales espaciales. Y para eso, debemos proveer la gran energía que se requiere para lograrlo. Allí es donde quedó Robert y me transfirió sus avances.
—Padre, bien sabes que hemos tenido diversos éxitos perfeccionando el procedimiento con láser y magnetos de alta potencia.
—Sí, es cierto, pero ese es un éxito de 256 milisegundos manteniendo una conexión con el otro extremo del universo, no es suficiente. Lo que nos indicó Robert fue tomar la fisión nuclear y aplicarla a este nuevo procedimiento.
—Creo que estamos cerca de mantener un portal abierto de forma permanente, pero hay algo que se nos está escapando.
—Eso mismo, hijo, es lo que he buscado todos estos años. Creo que lo que buscamos se encuentra en este libro. He descubierto ciertas situaciones que han aportado enormemente a lo que tenemos ahora.
—El otro problema es qué es lo que pasaremos una vez que esté abierto por más tiempo.
—Sí, y no te olvides Zacharias, de las explosiones y distorsiones que se deben controlar.
—Además de la frecuencia de 432 Hz de vibración de nuestro mundo, no sabemos qué es lo que encontraremos detrás de la puerta estelar y si podremos prepararnos a tiempo para lo que está por suceder acá en la Tierra.
—Tienes razón padre. Adaptar nuestros cuerpos a una nueva realidad no es de un día para otro. Debemos centrarnos en determinar este asunto cuanto antes ¿qué opinas?
—Sí, hijo. Estoy de acuerdo. Entonces, ¿cómo van las pruebas con nuestro caldo primigenio?
—Hasta el momento, han sido exitosas. Esta semana incorporaremos un componente que encontré en un pasaje del libro del doctor Oppenheimer. Tu amigo era increíblemente sabio y abierto de mente. Había una curiosa marca que no tomé en cuenta hasta que anoche me llegó, entre sueños, en una especie de manifestación.
—Oh, sí. Eso es magnífico Zac. Veo que ya te están sucediendo esos encuentros telepáticos en el sueño ¿te estás quedando dormido con alguna música?
—Sí, ¿cómo supiste? Estoy escuchando una para poder calmarme más y dormir mejor. Es una que dice algo así como “Mejora tu sueño con 963 Hertz”.
—Estupendo. Esa es una frecuencia que aludía mucho Robert en sus notas.
***
El viernes en la tarde de esa semana, Zacharias corría frenético por el pasillo del laboratorio hacia la oficina de su padre.
—¡Lo logramos! ¡Lo logramos!
Su padre se levantó de la silla y lo tomó por los hombros.
—Cuéntame ¿qué lograron?
—Pudimos dejar abierto el portal por 45 segundos. El sueño tenía la respuesta. Fue increíble.
—Entonces, las pequeñas detonaciones explosiones nucleares resultaron tal como tu sueño te lo indicó —dijo y se quedó pensativo por unos segundos.
—Sí, y en la medida que aumentamos la potencia de las mini detonaciones, más tiempo el portal permanece abierto.
—Oh, eso es grandioso ¿y tienen claro si el portal se abre en el mismo lugar siempre o cambia?
—Sí, en el mismo. Sólo hemos variado la intensidad de la detonación. Si cambiásemos otras variables, debiésemos llegar a otro lugar.
—Lo interesante sería saber a dónde llega este agujero de gusano.
—Bueno, eso es lo que haremos. Enviaremos un mensaje y esperaremos la respuesta —dijo Zacharias emocionado—. El equipo lo está preparando en estos momentos. Será del estilo al del Mensaje de Arecibo, salvo que ahora agregaremos información actualizada sobre nuestra galaxia, para que nos localicen mejor.
—Excelente idea —y tomándose la mandíbula continuó—. Y yo incluiría la frecuencia de nuestro universo y algo de información sobre este universo. Robert insistía mucho que un agujero de gusano podía llevar a otros multiversos, no creía mucho en la linealidad.
—Perfecto, padre. Eso haremos.
La tensa espera por la respuesta en los días siguientes tuvo su recompensa. Recibieron un mensaje de vuelta en una de las tantas aperturas del portal.
El mensaje era claro. Estaba en los mismos términos definidos por el equipo de Zacharias. Sin dudas, se trataba de una inteligencia tan desarrollada como la ellos. En los días siguientes descubrirían la gran diferencia.
Mientras, lo importante era ubicar a dónde llegaba ese agujero de gusano. En eso, Sally Brown, que se había incorporado hacía algunas semanas al equipo, logro descifrar a dónde residía el otro extremo del portal.
—Doctor Strauss, mire. Aquí dibujé una representación grosera del universo con la intensión de mostrarles dónde contactamos.
Los ojos de todo el equipo miraban atónitos y en silencio la pantalla de la sala de reuniones.
—Bueno, esta podría ser una representación limitada de nuestro universo —dijo mientras señalaba dónde se encontraba la vía láctea—. Y aquí estamos nosotros.
Sally bebió un sorbo de agua e inspiró hondo para continuar. Presionó su mouse un par de veces más y aparecieron otros universos idénticos sobrepuestos.
Se armó un bullicioso de comentarios ¿qué era eso?
—Calma amigos —dijo Zacharias—. Sally, prosigue, por favor. Creo entender para dónde vas… y ¿sabes? tienes razón.
Sally se sonrió internamente y continuó con más ánimo.
—Bueno, como pueden ver, esto representa varios universos similares al nuestro. No sé cuántos son, pero eso no es lo importante.
Volvió a inspirar.
—Lo importante es que recibimos el mensaje de alguno de estos universos en esta posición —y señaló un punto similar a donde se hallaba la Tierra, pero en el otro universo.
Otra vez el murmullo.
—Eso es fantástico, Sally —dijo el padre de Zacharias, el otro doctor Strauss—. ¿Podrías contarnos cómo lo determinaste?
Ella se sonrojó y movió afirmativamente su cabeza.
Estuvo en eso unos minutos, cuando Zacharias la interrumpió.
—Entonces, ¿quieres decir que nos conectamos con nosotros mismos, pero mil años en el futuro?
—Sí y no —dijo Sally—. Ese es un mundo paralelo, en una galaxia similar a la nuestra pero en otra zona habitable. No es exactamente una copia idéntica de nuestro mundo.
—Y qué es lo que crees que falta —consultó Zacharias.
—Debemos afinar la ecuación con la cual ha estado trabajando Grace. Debo reconocer que la versión de esta inteligencia artificial está increíble y sus intervenciones han sido acertadas… pero.
—Pero ¿qué, Sally? —dijo intrigado el doctor Strauss.
—Hay algo que pide Grace que aún no podemos dilucidar de qué se trata. Puse a George y Ángela a trabajar en ello.
***
En las semanas siguientes el equipo de Zacharias siguió afinando la apertura del portal y enviándose mensajes. El hermetismo era enorme pues por recomendación del “otro lado”, le solicitaron silencio mientras afinaban sus puertas. No quería aún la intromisión de las agencias de seguridad nacional que, sin dudas, los desviarían de su propósito de averiguar quiénes y qué querían sus vecinos estelares.
Entre los principales descubrimientos, el equipo de la Tierra Strauss, como la llamaron, determinaron que el planeta al que se conectaron tenía una frecuencia de 735 hertz, mayor a los 432 de la Tierra. También, identificaron un lenguaje algo parecido al terrestre en su estructura básica pero una capa multidimensional lo hacía más complejo. Por ese motivo trajeron a una experta lingüista, Kate Wilson, para ayudarlos a decodificar el idioma.
Ese sería todo un desafío y que finalmente tuvo éxito. Sin embargo, la limitación del lenguaje terrestre y el entendimiento del lenguaje del exomundo traerían beneficios a la Tierra en cuanto al desarrollo de una mayor comprensión de la vida por parte de los seres humanos. Una vez descifrado, rápidamente, la profesora Wilson encontró un modelo que permitiría a un ser humano normal, entender dicho idioma en pocas semanas. Ello provocaría un desarrollo cerebral acelerado. Se logró determinar un incremento en las cifras de uso entre un 23 y 30%.
Sin lugar a dudas, esta situación era parte de cambio evolutivo trascendental para la especie humana.
Todo hacía ver que íbamos por el camino del esplendor y la bienaventuranza de la raza. Finalmente podríamos pasar al siguiente nivel.
Eso es lo que todos en el equipo se imaginaron y deseaban profundamente. Todos, excepto Angus.
Angus Miller, un investigador estaba infiltrado en la NASA desde hacía años y trabajaba para fuerzas desconocidas. No informaba ni al FBI, ni a la CIA ni a la NSA, ni a ningún gobierno extranjero. Lo hacía a otro espectro del poder, uno oculto, encubierto, por sobre todos: Kalypto.
Al enterarse Kalypto de los avances en la activación de portales a otras dimensiones, utilizó todo su poderío y fuerza corruptora para intervenir. El planeta las había quedado chico y anhelaban extender su poderío como diese lugar.
De esta manera, los 13 de Kalypto urdieron un plan para tomar el control de la tecnología desarrollada por los Strauss y así expandir su semilla dominante a otros mundos.