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EEO-8: Ajuste Inicial (Parte 2)

Por: Cristian Ocaña
Fecha: 29/Agosto/2023

Uno de los representantes, Marlon Wilkinson, de 40 años y cientista político, sufrió de una reacción luego de finalizar la actualización cerebral. Se convulsionaba en el suelo botando espuma por la boca. Terminó por desmayarse.

El coronel Liam Vega, de la Tierra, estaba a cargo de velar por la seguridad de los suyos. Fue validado por el comandante Mor Aldor y sugirió llevar a Wilkinson a un hospital.

—¿Dónde queda el más cercano? —consultó Mor Aldor.

—Estamos a 10 minutos del centro de emergencias del NYU Langone Health. Según el mapa queda a 800 metros por la misma calle de este edificio —respondió.

—Bien. Necesito que organicen su traslado con seguridad. Por el lado de mi equipo irá Net Tenos, un agente de nuestras fuerzas especiales y muy bien preparado para afrontar cualquier emergencia. Es su equivalente a un avezado Navy Seal.

—Excelente. Prepararemos un convoy para trasladarlo de inmediato. Ya hicimos contacto con el hospital y nos esperan.

Mor Aldor llamó al agente Tenos.

—Pide refuerzos a nuestra nave y que te acompañen dos agentes más, mira que me parece extraño este suceso. Igual, no debemos arriesgarnos a que le suceda algo al terrestre. Pongan mucha atención.

—De acuerdo comandante, estaremos atentos. No dejen de monitorearnos. Le pondré un rastreador subcutáneo al terrestre para no perderlo de vista. Nunca lo notarán.

Llegó una de las camillas de la enfermería. Pusieron con cuidado a Wilkinson en ella entre tres personas y se dispusieron a su traslado. Net Tenos contaba con los elementos necesarios para cautelar el viaje, cuidado y protección.

El convoy de tres vehículos intentó salir raudo en dirección al hospital que quedaba a menos de 1 kilómetro de distancia pero debía tomar otra ruta debido a la orientación del tráfico. El principal desafío sería evadir al tumulto que se encontraba celebrando en las afueras del complejo de las Naciones Unidas. Eso sería lo más dificultoso y el viaje de 10 minutos se podía transformar en uno de 20.

Mientras, Wilkinson seguía inconsciente sobre la camilla del vehículo de emergencias, al medio de dos SUVs Ford Explorer Limited azul oscuro. En el último vehículo se ubicaron el agente Tenos y sus dos refuerzos, Kol y la agente Dok. Pese a la sirena, los vehículos se abrieron paso con lentitud, siendo ovacionados en la medida que avanzaban por la masa humana que seguía celebrando la llegada de la Orden.

De improviso, el auto donde iba Tenos fue rodeado por un grupo de manifestantes, todos curiosamente vestidos iguales, de blue jeans, polera blanca sin ninguna etiqueta o marca, y mascarillas negras. La escena hizo que perdiesen de vista completamente el carro de emergencia que transportaba a Wilkinson por 30 segundos. Luego, el grupo se dispersó.

El primer vehículo salió a la derecha por la 1ª avenida y de inmediato tomó la 45 Este, hasta la 2ª avenida y de allí retrocedieron hasta la 30 Este y bajaron de nuevo a la 1ª avenida. Avanzaron 200 metros y llegaron a la puerta de acceso a emergencias del hospital NYU. Los tres vehículos ingresaron juntos al recinto por seguridad y procedieron a bajar la camilla.

En eso Tenos notó algo extraño en las dimensiones del bulto de la camilla.

—¡Alto! —gritó y el camillero paró en seco—. Este no es Wilkinson. ¿Dónde está? Tú estuviste con él en todo momento.

—Yo no sé nada —dijo y calló.

—No importa, yo mismo te interrogaré —le dijo serio—. Kol y Dok detengan al de la camilla y llévenlo al vehículo. Volvamos al cuartel general.

Curioso, el conductor de su auto les consultó cómo se habían percatado del cambio.

—Wilkinson medía un metro noventa y el reemplazo no llegaba al metro setenta —respondió Tenos—. El cambio debió haber ocurrido en el momento en que el grupo de enmascarados nos encerró. El camillero seguramente estaba coludido. Esto fue planeado con antelación.

Tenos ponía sus dedos de ambas manos en las sienes del camillero.

—No te preocupes, el interrogatorio comenzó.

Lo mismo hizo Kol con el sustituto de Wilkinson.

Mientras, Wilkinson llegaba caminando al hotel Millenium Hilton, a pocos metros frente al edificio de las Naciones Unidas. Caminó exactamente 150 metros e ingresó al restorán Ambassador Hill por la 44 Este. Se dirigió a un reservado donde se encontraba Greg Oleg, el mismo coordinador y jefe del ex grupo Kalypto, ahora conocido como «Los Ungidos».

—Pasa muchacho, pasa. Toma asiento y pide lo que quieras —le ofreció con gentileza.

—Muchas gracias señor Oleg. Todo salió como usted lo planeó —dijo sonriendo satisfecho.

—Me alegro. Bueno, tuvimos que sacrificar un par de peones a cambio de ti, y bien habrá valido la pena porque se llevarán una gran sorpresa —y miró su reloj— ¡Me encantan las sorpresas! —dijo radiante—. No saben lo que les espera.

—Me imagino que les habrá preparado algo poderoso ¿cierto?

—Sí, muy poderoso. Espera y pronto te enterarás.

El agente Tenos tenía las respuestas que buscaba. El interrogatorio del sustituto de Wilkinson no prosperó porque sólo le encargaron subirse a la ambulancia en medio de la muchedumbre a cambio de una atractiva suma de dinero. Sin embargo, manifestaba un incómodo y visible malestar físico del que recién lograban percatarse al llegar ante a Mor Aldor.

La agente Dok activó una celda temporal dentro de un campo de fuerza esférico para evitar fugas de prisioneros. Por protocolo de la Orden debían estar allí hasta que finalizasen los interrogatorios antes de trasladarlos a la nave nodriza.

Entretanto, Ten Akos reemplazó a Wilkinson con una vieja amiga de los Girianos y Feltianos, a solicitud de la presidenta de la Orden, Serta Mei: la doctora Sally Brown, del centro Ames de la NASA. Precisamente, la doctora se encontraba en New York por indicaciones de Ortic, su amigo cambiaformas de Feltia-33. De esta forma, Sally Brown pasó a ser parte del grupo de los 10 representantes con los temporales superpoderes mentales.

Una de las primeras lecciones del sabio fue enseñarles el lenguaje de la Orden, algo que la doctora Brown prácticamente ya dominaba. Ten Akos se sorprendió pues no disponía de tal información, pero la detectó de inmediato cuando comenzó la clase inicial. De hecho, Sally Brown ya contaba con una importante expansión de su red neuronal. Sus conexiones superaban las mil normales de un ser humano. Ella poseía sobre las 5 mil conexiones por neurona, hecho que fue activado por su aprendizaje del lenguaje Giriano, una versión muy parecida a la de la Orden.

—Jovencita, me ha tomado por sorpresa —le susurró mentalmente—. Y no es fácil que me sorprendan. Usted comprenderá, ya con mis casi 8 mil años.

—Pero maestro, usted no aparenta más de 5 mil años —dijo y le sonrió en silencio.

—A eso le llaman bromear ¿cierto?

—Sí, y hace muy bien para alegrar el espíritu y subir el ánimo.

—Tiene razón porque aún sigo riéndome en mi interior de su acertada humorada.

Simultáneamente, en el reservado del restorán Ambassador Hill, Greg Oleg observaba impaciente una y otra vez su reloj.

—Ya faltan unos minutos —dijo en voz alta.

—¿Para qué, señor Oleg? —consultó Wilkinson.

—Paciencia mi amigo superpoderoso ¿no puedes leer mi mente?

—No, es algo que aún no estamos en condiciones de efectuar.

—Bueno, nos serás útil para los próximos pasos que daremos para sacar a estos niños de la famosa Orden de nuestro planeta ¡Qué se han imaginado! Nosotros somos los ungidos, no ellos.

En eso, el Wilkinson falso comenzó a manifestar grandes dolores estomacales y gritaba pidiendo ayuda desde su celda protegida. Por la inusual situación que estaba presenciando, uno de los guardias terrestres llamó a su superior, el coronel Vega quien llegó rápidamente acompañado por la agente Dok.

—De hecho —decía el guardia—, observé que su ropa se acaba de empañar con sangre en la zona del abdomen. Parece que esto es algo serio, coronel.

El suplantador seguía retorciéndose de dolor. Evidentemente, él no estaba fingiendo.

La agente, al ver la situación, llamó de inmediato a su compañero Kol y al comandante Aldor.

—¿Lo leíste? —consultó Aldor.

—Sí, pero sólo percibí dolor. Un profundo y desconocido dolor.

El comandante se frotó el mentón y se quedó mirando la escena, en tanto que Greg Oleg se agitaba de alegría en el Ambassador Hill.

—¡Sí! Justo ahora ya están liquidados.

—¿Cómo señor Oleg? ¿Qué hizo?

—Bueno muchacho, ahora te cuento. Resulta que a este jovencito le pagamos para reemplazarte pero lo dormimos. Allí le instalamos en su abdomen un poderoso explosivo ¿conoces el ONC?

—No.

—El Octanitrocubano es el doble de poderoso que el C-4 y le pusimos un kilo que se activó hace unos segundos. El daño efectivo sería en un radio de 100 metros. O sea, mi fiel y querido amigo… ¡«Bon voyage» a la Orden! —carcajeó siniestramente unos segundos con fuerza.

Ante el estruendo, Toh Miras, Ten Akos, la doctora Brown y los representantes, corrieron a ver qué sucedió. Todos se agolparon en el lugar de la explosión. Temían lo peor. Había sido un feroz y atrevido golpe de las fuerzas sobrevivientes de «Los Ungidos». Esta vez, les devolvieron la mano ¡y de qué forma!

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